viernes, 29 de diciembre de 2006

Periodismo de anticipación*


Néstor Kirchner y Cristina Fernández, ayer en la Rosada, durante la entrega del bastón y la banda que usó Héctor Cámpora.

*Un aporte de Cecilia Profético.

jueves, 28 de diciembre de 2006

Los 111 años del cine



El 28 de diciembre de 1895, hace hoy 111 años, los hermanos Lumière (Louis Jean y Auguste Marie Louis Nicholas) realizaron la primera exhibición pública de sus trabajos. En el Salón Indien del Grand Café, en el Boulevard des Capucines de París, proyectaron "Salida de la fábrica Lumière", "Llegada de un tren a la estación de la Ciotat", "El desayuno del bebé" y el primer corto de ficción: "El regador regado".

Según cuenta Eduardo Russo en su Diccionario de Cine --libro fundamental para todos aquellos que pretendan iniciarse en la cinefilia--, los espectadores se espantaban ante la llegada del tren, que se les venía encima. Hubo varios gritos de terror y algunas corridas. El video que acompaña este post corresponde, justamente, a este cortometraje.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Con él, hasta los chicos lloran

Esta es una de las fotos del año elegidas por la agencia de noticias Reuters. Fue el 13 de julio en Trinwillershagen, Alemania.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Festejar el fracaso ajeno

A las gallinas recalcitrantes que se mofan de la derrota de Boca ante Estudiantes, como Leo Farinella, El Criador de Gorilas o Humberto Acciarressi, que últimamente no pueden más que limitarse a festejar los fracasos ajenos, les recomendamos leer a Daniel Lagares en Clarín del miércoles.

Mientras López sigue sin aparecer...

...y se prepara un presupuesto para 2007 con más de 1.500 millones de pesos de déficit y los docentes van al paro casi todas las semanas y miles de personas viven en municipios del Gran Buenos Aires con calles de tierra sin cloacas ni agua corriente y un número similar sobrevive por debajo de la línea de la pobreza.

Mientras pasa todo esto, Felipe Solá felicita en nombre del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires al Estudiantes campeón con un aviso de más de un cuarto de página en Clarín de hoy*.

*Un aporte del amigo Diego.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

¿Qué es lo que nos escandaliza?



La Nación sostiene en uno de sus dos editoriales de hoy que "las masivas marchas piqueteras (...) han retornado con la misma fuerza de antes para convertir el centro de la ciudad en un caos".

El domingo a la madrugada emitieron en El Show Creativo, por Canal 9, una publicidad española de la agencia McCann Erickson para el Banco de Alimentos (lamentablemente no pude encontrar el video). Una mujer desnuda revuelve un tacho de basura en búsqueda de comida. La gente que camina por la calle se acerca curiosa, asombrada, escandalizada. Entonces irrumpe una voz en off con la pregunta que conviene hacerse en estos casos: ¿Qué es lo que nos escandaliza?

jueves, 7 de diciembre de 2006

La fanfarria terapeutista y el cigarrillo


La polémica por la ley que prohíbe fumar en los bares y restaurantes de Buenos Aires ya quedó algo vieja. De todas maneras, conviene leer al respecto al español Antonio Escohotado, siempre brillante y controvertido. El texto es de 2004 y hace bastante que está colgado en su web, pero bien vale la pena.

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Los fumadores, entre el atraco y la estafa

Por Antonio Escohotado

Pensaba dejar los cigarrillos el próximo febrero, dando por suficientes 40 y muchos años de gran fumador, pero el recrudecimiento de la cruzada antitabaco justifica un ejercicio de solidaridad con quienes siguen fumando, y aspiran a ser respetados.

En efecto, los reglamentos no mandan que las tiendas de alpinismo estampen en sus artículos esquelas sobre peligros de la escalada; ni imponen a la manteca y la mantequilla esquelas parejas sobre los riesgos del colesterol. Ni siquiera los concesionarios de motos y coches deportivos deben incorporar algo análogo sobre accidentes de tráfico. Vendedores y bebedores de alcohol, quizá por respeto al vino de la misa, no son molestados. Quienes usan compulsivamente pastillas de botica resultan pacientes decorosos, y quienes toman drogas ilícitas son inocentes víctimas, redimibles con tratamiento. El tabacómano y el simple usuario ocasional de tabaco, en cambio, son una especie de leprosos desobedientes, que pueden curarse con sanciones y publicidad truculenta.

Es indiscutible que el humo molesta, y que debe haber amplias zonas para no fumadores. Sólo se discute qué tamaño tendrán en cada sitio (edificios, barcos, aviones) las zonas para fumadores. Cuando algo que usa un tercio de la población recibe una centésima o milésima parte del espacio -o simplemente ninguna- oprimimos a gran número de adultos, capacitados todos ellos para exigir que las leyes no reincidan en defenderles de sí mismos. Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789, al reconocerse los Derechos del Hombre y del Ciudadano, gracias a lo cual en vez de súbditos-párvulos empezamos a ser tratados como mayores de edad autónomos. Y es llamativo que en un momento tan sensible al respeto por muy distintas minorías cunda un desprecio tan olímpico hacia la única minoría que se acerca a una mayoría del censo. Sólo se entiende, de hecho, considerando la tentación de convertir los estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable.

Con todo, la sustancia del atropello no cambia al sustituir sotanas negras por batas blancas. Si atendemos al asunto concreto, vemos enseguida que la fanfarria terapeutista disimula y deforma sus términos. En primer lugar, la nicotina estimula, seda y previene algunas enfermedades; los agentes propiamente nocivos son alquitranes derivados de asimilarla por combustión. El gendarme terapéutico ¿se ocupa acaso de promover alternativas al alquitrán? Las primeras patentes de cajetillas con una pila que calienta el tabaco a unos cien grados, hasta liberar la nicotina sin producir alquitranes, tienen más de 20 años. Esos revolucionarios inventos para inhalar selectivamente han ido siendo comprados por las grandes tabaqueras, como es lógico; pero que Philip Morris o Winston se arriesguen a poner en marcha tanto cambio pide un cambio paralelo en la actitud oficial, hoy por hoy anclada al simplismo de satanizar la nicotina.

En segundo lugar, las incoherencias del terapeutismo coactivo brillan en el hecho de que sus desvelos por la salud del fumador no incluyen informar sobre o intervenir en qué fumamos, cuando el tabaco ronda una quinta parte del contenido de cada pitillo. El resto, llamado sopa, es una receta confidencial del fabricante, cuya discrecionalidad le permite novedades como añadir tenues filamentos de fósforo al papel, para que queme más deprisa. En tercer lugar, a este generalizado trágala se añaden promesas de doblar el ya exorbitante precio de las cajetillas, como si sumir en ruina al tabacómano le resultara salutífero.

Así, los deleites unidos a fumar -que son básicamente energía y paz de espíritu-, y los inconvenientes de dejar esa costumbre -que son desasosiego, y resucitar la codicia oral del lactante- pretenden solventarse con un cuadro de castigos: no saber qué fumamos, no tener alternativas a una inhalación de ilimitados alquitranes, padecer atracos al bolsillo, sufrir discriminación social, o comulgar con falsedades (como que estaremos a salvo de cáncer pulmonar, bronquitis, arteriosclerosis e infartos evitando el tabaco). Curiosamente, el cruzado farmacológico norteamericano, que está en el origen de esta iniciativa, se niega por sistema a reducir sus emisiones de gases tóxicos firmando Kioto, sin duda porque tragar humo de modo involuntario y no selectivo es tan admisible como inadmisible resulta tragarlo de modo voluntario y selectivo.

Ante tal suma de iniquidades, un grupo tan nutrido como el tabaquista debe reclamar los mismos derechos que cualquier minoría, empezando por regular él mismo sus propios asuntos. Actos de pacífica desobediencia civil en cada país, como encender todos los días varios millones de cigarrillos a cierta hora, parecen sencillos de organizar, y prometen tanta fiesta para los rebeldes como impotente consternación en el gendarme higienista.

Moliére lo comenta ya en L'amour médecin: «el tabaco es droga de gente honrada, como el café». Reconozcamos también que en tiempos de Moliére no se había descubierto el cigarrillo, ni Hollywood había promocionado tan abrumadoramente su empleo. Doy por evidente que los ceniceros sucios despiden un olor asqueroso, que el tabacómano es una especie de manco, y que fumar muchos cigarrillos genera a la larga efectos secundarios funestos. No por ello resulta más arriesgado que conducir deprisa. Ni es más insensato que ignorar el cultivo del conocimiento, la práctica de la generosidad o prepararse cada uno para su venidera muerte. Lo arriesgado es que la ley saque los pies del tiesto, lanzándose a proteger a los ciudadanos de sí mismos, como si la sociedad civil pudiera administrarse a la manera de un parvulario.

Cuando nos atracan entregamos el botín a disgusto, conscientes de padecer una agresión. Cuando nos estafan lo damos a gusto, imaginando hacer un buen negocio. Pero es estafa, y no buen negocio, cargar con planes eugenésico-paternalistas que siempre aúnan despotismo con frivolidad. Dejar de fumar sólo cuesta tanto porque sus efectos primarios -anímicos y coreográficos- generan un placer sutil. Sin duda, haremos bien dejando de fumar compulsivamente, mientras eso no nos amargue el carácter y desemboque en efectos secundarios como obesidad, inquietud o sustitutos químicos para la sedación-estimulación que obteníamos encadenando cigarrillos. Como dijo Epicteto, "nada hay bueno ni malo salvo la voluntad humana", y si lo olvidamos todo el horizonte se torna banal, no menos que proclive a confundir opresión con protección, estafa con benevolencia.

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Nota: la imagen que acompaña este post es una escena de "Buenos noches... y buena suerte", gran película de George Clooney que recrea de manera notable, humo mediante, los ambientes de la época. Cuenta la historia de Edward R. Murrow, un periodista estadounidense que en la década del cincuenta se opuso desde su programa de TV (en el que fumaba mientras salía al aire en vivo) al macartismo. Lo interpreta David Strathairn, que durante el rodaje se bajaba cuatro atados por día... a pesar de no ser fumador.